28 feb 2011

Una marrón de aquellas

Jueves, 24 de febrero de 2011, 04 am emprendemos el viaje hasta el km 1373 de la ruta nacional 237, Estancia Pantanito nos espera, enclavada en las entrañas del gran Limay Medio. La lluvia no se hace esperar, nos acompaña hasta llegar hasta Picún Leufú, allí, una vez dentro del campo esta se disuelve entre nubes rosadas que anuncian un nuevo amanecer en la Patagonia Argentina.

Jorge Luján y quien les escribe (Marcelo Sandoval), nos vestimos y equipamos para pasar un día de pesca en "el duraznero", distante a una hora a pié, desde el extremo Sur de la Estancia. El esfuerzo en la caminata es recompensado por la belleza del paisaje, avistaje de flora y fauna del lugar a primeras horas del día, donde no existe vestigio alguno de la presencia humana. Llegamos a "nuestro lugar de pesca", lamentablemente el rio viene muy bajo, casi al límite ecológico (tema del que nos ocuparemos luego).

Un viejo tronco caído nos espera luego de tan larga caminata. Calmamos nuestra sed con cerveza y en ese instante Jorge ve sobre el rio un gran Arco Iris asomando su lomo. Inmediatamente, le doy un gran beso a mi cerveza, ato la mosca a mi caña, una Scierra Matuka N*8. La trucha se encuentra a unos 35 mt, necesito distancia, me gana la impaciencia y el primer lance es algo desprolijo. Necesito corregir la línea, una, dos veces y pump !!! Un gran salto detona una corrida tremenda, el gran Arco Iris toma mi mosca y huye a los cabezazos tratando de liberarse, grandes saltos y corridas denotan impresionante fuerza y estado físico. Esta vez, gana el gran pez, logra soltar la mosca y desaparece en las profundidades del rio.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El pique está muy flojo, algunos pequeños Arco Iris, percas y muy poca actividad mientras el Rio sigue bajando su caudal aceleradamente.
Promediando el día Jorge, se retira a preparar el almuerzo, destapa una botella de vino tinto unos minutos antes de almorzar para su correcta oxigenación, la primera mañana de pesca ha llegado a su fin.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Salgo del agua y me dirijo a almorzar, al llegar allí, veo que le faltan unos minutos a nuestro asado, decido caminar unos 50 metros más de rio y bajar pescando. Cambio de mosca y busco una corredera saliendo de un pozón, un par de correcciones a la línea y siento un tirón muy violento sobre esta, la trucha corre unos 15 metros y se planta, es una marrón pienso y llamo a gritos a Jorge, no puedo verla, se hace muy difícil acercarla, no deja que saque su cabeza de la corriente, aflojo un poco la línea y baja un par de metros, asomando su gran aleta caudal, ahora sí, es una gran marrón.
 
Pasan los minutos y siento un gran dolor en el antebrazo, decido acercarla a la orilla, pero al verse cerca corre una y otra vez, dándose vueltas sobre sí misma, es enorme. Al Fin puedo sacarla, no sé cuánto tarde, perdí la noción del tiempo y del lugar. Solo estamos ella y yo, algunas fotos, la poso sobre el agua, allí se queda inmóvil, yo observándola, con sensaciones cruzadas, queriendo que se quede y por otro lado esperando que se recupere y se valla nuevamente al rio.

Solo me queda inmortalizar ese instante, en el que esta trucha y el rio decidieron darme un regalo, el mismo que nos permite clavar una gran marrón del Limay Medio y devolverla.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Gracias Jorge por acompañarme en esta salida, un abrazo a los muchas de Tinto y Moscas en nos vemos muy pronto en el Limay Medio.